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La UVM Coyoacán permite discriminación y acoso hacia estudiantes con discapacidad, denuncian alumnos
Fecha de publicación: 19/Noviembre/2025 | Autor: Rafael Rodríguez Salcedo
A mediados de octubre, un video en TikTok se hizo viral. En él, David Arvizu, estudiante de Psicología en la Universidad del Valle de México (UVM) Campus Coyoacán, quien vive con cuadriplejia espástica, denunció haber sufrido acoso, bullying y discriminación por parte de un compañero.
“Yo sufrí bullying, acoso y discriminación por parte de una persona (…) llega mi agresor y dice (…) ’que me va a partir mi madre por hablar con otra persona’ (paráfrasis). Yo soy una persona que tiene una discapacidad motriz, para mí esto es una falta muy grave y considero que la escuela no le está dando la importancia necesaria”.
@ricardoarvizualamo La UVM no hace nada para erradicar la discriminación favor de compartir testimonio #bullyng
David relató que su agresor hizo comentarios recurrentes como “no le pueden partir su madre porque no lo pueden dejar peor de lo que ya está” o “¿cómo te bañas, como te subes al carro?” (en tono burlesco) y cuestionado su autonomía durante su intimidad.
David explicó que la universidad tardó dos semanas en atender su denuncia y que él mismo tuvo que acudir a pedir una actualización del caso.
Según su tío, Ricardo Arvizu, quien dio seguimiento al tema en otro video, la resolución fue que ambas partes firmaran una “carta de sana convivencia”, sin sanción alguna para el agresor y llamó a apoyar para que la discriminación contra su sobrino parara. (Segundo video de seguimiento)
La publicación desató una ola de apoyo e indignación en la plataforma. Varias personas afirmaron haber vivido situaciones similares dentro de la misma institución. Yo También buscó a varios estudiantes que, por temor a represalias, se negaron a compartir su testimonio de manera directa.
Pero hubo una estudiante que sí quiso denunciar con nombre y apellido: Ilse Del Rayo, estudiante de Veterinaria, quien vive con autismo y se apoya con un perro de asistencia.
“La discriminación viene desde directivos y maestros”
“Soy usuaria de un perro de asistencia y estoy luchando porque me dejen seguir estudiando, porque se han puesto muy pesados”, relató Ilse.
“La discriminación viene hasta por parte de directivos del plantel, maestros y todos. A una amiga la corrieron por tener discapacidad y a un chico que estuvo conmigo, por no apoyarlo como se debe, tuvo que dejar la escuela. Rechazan personas con discapacidad si ellos quieren y se escudan en su reglamento discriminatorio y capacitista”.
Ilse cuenta que al reinscribirse en 2024, le informaron que ya no podría ingresar con su perro de asistencia, pese a que en 2023 le habían dicho que no había problema. Tras insistir y dialogar con la dirección de su carrera, logró obtener permiso, pero desde entonces el hostigamiento se volvió recurrente: los guardias le impedían el acceso, no la dejaban circular libremente por las instalaciones, profesores se negaban a darle clase y estudiantes se burlaban de ella e interferían con el trabajo de su perro al tratar de distraerlo durante las clases.
“El problema vino cuando un grupo de chicas, compañeras de una clase, al terminar lo llamaron y lo tocaron adrede (que ya les había dicho que no lo tocaran). Cuando les volví a recordar que no lo podían tocar, todo el grupo de compañeros que estaban con ellas se empezaron a reír de mí. Este grupo de chicas se burlaban también de mi compañero autista (sic) con estereotipias más marcadas que las mías y de mi amiga por su voz y su neurodivergencia”, comentó.
Al denunciar estas actitudes, el personal de la coordinación acudió a hablar con el grupo, pero, según Ilse, su “regaño” fue: “hay que aguantar a la gente, aunque no nos caiga bien, tenemos que aprender a trabajar con personas, aunque no nos agraden o que sean especialitas“. Sólo un coordinador señaló que “de favor” no tocaran a su perro.
Ilse tiene retos de comunicación, por lo que ha buscado apoyarse en las autoridades de su plantel para que le den la información al alumnado y profesorado de cómo comportarse o mínimo respetarla a ella y a su perro. Pero sólo ha encontrado discursos como los antes citados.
Sobre sus compañeros y compañeras, que vivieron discriminación, dice: “Nunca les ofrecieron ajustes razonables. Nunca lo ayudaron. De él y de mi amiga se burlaban más, incluso frente a maestros, que no hacían nada”, relató Ilse.
Ella misma intentó crear un comité de estudiantes con discapacidad y neurodivergencia como proyecto para una clase, una iniciativa para recibir quejas, dar información y promover espacios seguros, pero fue negado.
Otro día (se) puso un cartel con la intención de que se acercarán con ella personas con discapacidad para platicar de dudas, propuestas o cuestiones que les afectaran, pero fue intervenida por seguridad, acusada de alterar el orden y tener intenciones de “generar una revuelta”. Fue hostigada tanto al punto que se puso mal y la escuela activó el código morado (de persona violenta).
“Me dijeron que estaba incumpliendo el reglamento. Les pedí que me mostraran dónde decía eso y se negaron”, relató. “Empecé a llorar, estaba en crisis. Si no hubiera sido por un guardia que me ayudó, me habrían sacado del campus”.
Reglamentos que excluyen
El Reglamento Institucional de la UVM incluye un apartado sobre la admisión de personas con discapacidad (pcd) que establece:
“Informar de manera previa a su inscripción o de manera inmediata si sucede dentro del ciclo escolar, si padece de alguna discapacidad y si requiere asistencia o condiciones especiales, debiendo presentar el certificado de reconocimiento y calificación de discapacidad con validez nacional, emitido por una Institución Pública del Sistema Nacional de Salud. En este caso la Universidad revisará si está en condiciones de realizar los ajustes razonables, es decir, las modificaciones, adaptaciones necesarias y adecuadas que no impongan una carga desproporcionada o indebida, si no cuenta con el personal o las condiciones requeridas para continuar con la prestación del servicio educativo, en cuyo caso estará eximida de bridar o continuar con la prestación del servicio educativo”.
En este caso, la universidad se puede justificar en la parte de los “ajustes razonables”, que, de acuerdo a Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, se respalda lo de una posible “carga desproporcionada” al hacer dichos ajustes.
Pero el tema viene al exigir un certificado de una institución pública con validez nacional, lo cual también es legal, pero su uso debe ser para evaluar los ajustes razonables para dicha pcd, no debe ser usado como razón para negarle el servicio —en este caso la educación— a una persona que quiera estudiar, ya que cae en discriminación.
Por estas razones, por pedir ajustes razonables, Ilse aseguró que una amiga suya fue corrida de la escuela, pues después de una crisis que no pudo manejar la universidad, le exigieron un certificado de alguna institución pública que validara que podía continuar en clases, a pesar de que ya estaba inscrita.
Según Ilse, su amiga no tenía el apoyo ni el asesoramiento adecuado, por lo que no consiguió de inmediato el certificado de una institución pública porque tardaban mucho en darle cita. Esto la derivó a ir a un servicio médico privado, del cual no aceptaron el certificado y por ende la “corrieron” de la universidad.
Dentro del reglamento se llama a que toda la comunidad debe “evitar”, “combatir”, “informar a las autoridades” en referencia a la discriminación. De faltar a estos puntos la escuela dice que evaluará la gravedad de la acción, en tres categorías que tiene: “leve”, “grave” o “muy grave” y ellos decidirán en cuál aplica.
Hay un apartado que especifica una definición de “acoso escolar”, dentro de la cual se contempla la discriminación. En caso de acoso el reglamento prevé establecer medidas, desde proteger la integridad de la víctima, hasta sanciones a las personas agresoras.
El reglamento, a la luz de este testimonio, no ha tenido consecuencias más allá de “cartas de sana convivencia” o revictimizar a las personas afectadas. La misma universidad tiene cuatro sanciones para el acoso: “amonestación privada”, “medida correctiva”, “suspensión de clases” o “baja temporal”.
“Nos prohíben grabar; si lo hacemos, nos pueden correr”
Ilse asegura que la universidad también intimida a quienes intentan documentar o denunciar estas situaciones.
“Nos prohíben grabar porque nos corren. No podemos tener pruebas de lo que nos pasa dentro de la universidad”, dijo.
En revisión al reglamento no se encontró ninguna parte que prohíba explícitamente grabar o registrar video o audio dentro de las instalaciones. Si bien dentro del apartado del “Deber del Alumnado” se pide que los y las estudiantes deben de: “hacer uso responsable de medios electrónicos y evitar su uso para agredir o discriminar”, no existe sanción específica por grabar. Es incluso contradictorio, porque sí señalan que pueden recibir “recursos tecnológicos” para validar una denuncia.
Una petición de respeto
En su reglamento, al final hacen firmar al estudiantado una carta responsiva donde en diversos puntos hay uno en el que se comprometen a no “hacer discriminación”. Algo que —según los testimonios— no se ha cumplido. La UVM presume tener sanciones en distintos grados, pero parece ser que prefieren evitarlos o, como relata Ilse, se intimida al alumnado para que no denuncien.
“Yo quiero que nadie más pase por lo que pasamos mis compañeros y yo. No todos tienen a alguien que luche por ellos. Quiero que podamos estudiar en paz, sin tener que suplicar que nos incluyan”, dijo Ilse.
La UVM responde
Tras estos testimonios, Yo También buscó una respuesta oficial de la UVM , quien no negó los hechos pero también se guardó el derecho de dar información, argumentando la protección de datos personales de las personas involucradas. Aquí su respuesta completa:
“La inclusión es uno de los principios que guía el actuar de nuestra Universidad. Reconocemos que cada integrante de nuestra comunidad es único y que las necesidades pueden ser diversas, por lo que trabajamos para comprender cada situación y brindar el mejor servicio posible, haciendo las adaptaciones razonables que nos es posible realizar, procurando el bienestar de nuestras y nuestros estudiantes.
En la UVM contamos con protocolos institucionales para el manejo de cada situación y hemos hecho las intervenciones correspondientes -de conciliación o disciplinarias, según sea el caso- cuyos detalles no podemos compartir por la protección a la privacidad de las personas y la reserva de los datos personales. Continuaremos trabajando en este sentido y con los canales abiertos para escuchar a nuestra comunidad”.
Al preguntarles al respecto de sus protocolos, su respuesta fue: “por el momento no tenemos nada más que agregar”.





