Depresión y discapacidad
La salud mental es un derecho de todas las personas sin y con discapacidad, pero por lo general olvidamos lo complejo que puede resultarles a estas últimas dejar de ser invisibles en un tema que hasta ahora ha sido minimizado.
12 de enero de 2023
María Elena Esparza Guevara
Tienes sueño todo el día y lo atribuyes a que no has dormido suficiente. Se te olvida lo que ibas a hacer o simplemente has dejado de querer hacer. Ya ni propósitos le anotaste al 2023 porque… ¿para qué?
Son señales tempranas de una condición pocas veces vista como algo más allá de lo emocional, muchas veces juzgada como tristeza pasajera o incluso minimizada como la exageración de alguien para llamar la atención. Me refiero a la depresión, actualmente catalogada como una discapacidad psíquica cuando llega a su etapa grave.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 280 millones de personas en el mundo están deprimidas y alerta sobre el riesgo latente de llegar a la ideación o tentativa suicida cuando el o la paciente no recibe tratamiento oportuno. ¿Cuánto mide la intersección de este dato con el de la vulnerabilidad por otro tipo de discapacidades? No lo sabemos porque lamentablemente ninguna institución de salud ha realizado el cruce.
Si extrapolamos el dato que nos da la OMS respecto a que el 3.8 por ciento de la población mundial la desarrolla, tenemos que en nuestro país, de acuerdo con el censo del INEGI más reciente (2020), podría haber 234 mil 835 personas con discapacidad psicosocial y deprimidas.
Lo indudable es que si para una persona sin limitaciones motrices, intelectuales o sensoriales enfrentar los estragos de este padecimiento es complejo, para alguien que además no puede expresarse, moverse o cuya presencia es invisibilizada socialmente se vuelve prácticamente una condena.
¿Te has preguntado alguna vez si ese familiar en silla de ruedas está deprimido? ¿Si la vecina en condición de postración sabe sobre su derecho a la salud mental?
Este 13 de enero es el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, una oportunidad para plantearnos un doble reto como sociedad. En primer lugar, incentivar la expresión emocional porque si se nos hace hábito responder realmente cómo estamos cuando alguien nos pregunta, podemos detectar más tempranamente algunas señales de alerta en quienes nos rodean y acercarles ayuda para que una depresión transitoria no alcance a evolucionar en una mayor.
El segundo es asumir que las gafas de la discapacidad se aplican absolutamente a todos los temas. Por lo tanto, urge revisar los efectos de los diversos tipos de discapacidades en la salud mental; además, desagregarlos por etapas vitales ya que, definitivamente, no son los mismos en la infancia que en la vejez. Vencer a la depresión nos involucra a todas y todos, hagamos nuestra parte.
Por María Elena Esparza Guevara*
* María Elena Esparza Guevara es fundadora de Ola Violeta AC y activista por el derecho a la conciencia corporal. Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP y Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero. @MaElenaEsparza