19 de Diciembre de 2025

Opinión

Cinco años después, seguimos preguntando: ¿dónde están los cubrebocas transparentes?

Fecha de publicación: 24/Septiembre/2025 | Autor: María Nazaret

Ilustración de María Nazaret, activista y creadora de la iniciativa 'Cubrebocas transparente'

Era septiembre de 2020. Yo, una persona con pérdida auditiva, estaba llena de miedo, nervios y enojo pues de pronto una de mis formas más importantes de comunicación —leer los labios y ver la expresión facial— había quedado obstaculizada por el uso de cubrebocas convencionales. Y lo más doloroso no era solo la barrera, sino que nadie, absolutamente nadie, parecía darse cuenta de esa problemática, ni mucho menos hacer algo al respecto.

Conforme pasaron los meses de pandemia, comunicarme se volvió casi imposible. Por ello decidí escribir en mis redes sociales sobre una necesidad urgente: los cubrebocas transparentes. No fue un plan estratégico ni algo pensado a futuro; fue simplemente un grito de lo que estaba viviendo en medio de la crisis sanitaria. Para muchas personas, un cubrebocas era sólo una medida sanitaria; para mí y para miles de personas con pérdida auditiva, se había convertido en un muro de incomunicación y falta de acceso a la información.

Lo que nunca imaginé fue la respuesta. Esa publicación comenzó a compartirse, a generar conversaciones y a abrir los ojos de personas que nunca se habían detenido a pensar en cómo nos comunicamos quienes tenemos pérdida auditiva.

La publicación generó eco y, un mes después lancé la campaña en Change.org: “Tengo pérdida auditiva: aprobemos el uso de cubrebocas transparentes en México ya”. La iniciativa reunió más de 28 mil firmas y llegó incluso al Senado de la República. Aunque no se tradujo en una ley, sí logró abrir un debate inédito: la accesibilidad comunicativa es un derecho, no un lujo.

Yo nunca vendí cubrebocas transparentes. Lo que hice fue impulsar la idea, promoverla y abrir un camino. Fue un acto de activismo desde mi experiencia personal, desde mi derecho a ser escuchada.

Tristemente, la iniciativa quedó pausada y olvidada en el camino. Y sin embargo, cinco años después, la necesidad sigue viva: aún hoy la gente me contacta para preguntarme dónde conseguir cubrebocas transparentes, empresas que buscan apoyar a trabajadores con discapacidad auditiva en plantas de producción, familias que quieren comunicarse con un ser querido con pérdida auditiva, o profesores que necesitan enseñar a sus alumnos con hipoacusia.

Estoy convencida de que no fueron una moda pasajera, sino un recordatorio de que la accesibilidad cambia vidas. Fueron un espejo de lo que significa la accesibilidad comunicativa y una lección de cómo algo tan pequeño puede transformar la vida de miles de personas.

Espero retomar esta iniciativa y que se reconozca como un requerimiento básico: al menos en hospitales, empresas y laboratorios donde el cubrebocas transparente sea obligatorio.

La inclusión no puede depender de una crisis ni de la buena voluntad ciudadana. Debe estar garantizada siempre, en cada espacio y en cada política pública. Porque lo que se buscaba en 2020 con los cubrebocas transparentes, en el fondo, era algo muy simple: poder entendernos y comunicarnos sin barreras.