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#CuidadosSíAPOYOSTambién: No busco inspirar ni conmover; busco ciudadanía
Fecha de publicación: 14/Julio/2025 | Autor: Redacción Yo También
Mi nombre es Selene. Soy una mujer con discapacidad visual y mamá soltera de dos hijos: un adolescente de 15 años y una niña de 10. Ambos son niños sin discapacidad visual. Decidí compartir mi experiencia porque estoy convencida de que es urgente que se reconozca la maternidad de las mujeres con discapacidad como una realidad legítima, digna, y con derecho a ser vivida en libertad y con los apoyos necesarios.
Ser madre con discapacidad visual no ha sido un impedimento para criar, educar, amar y acompañar a mis hijos. Lo que sí ha representado una barrera constante es la manera en que la sociedad cuestiona que mujeres como yo decidamos ser madres. Aún más si, como en mi caso, somos madres solteras. Parece que ser mujer con discapacidad nos coloca automáticamente en la categoría de “dependientes” o “incapaces”, y se nos niega el derecho a decidir sobre nuestra vida, nuestros cuerpos y nuestras familias.
A lo largo de estos años, he enfrentado el juicio de personas que asumen que mis hijos “me cuidan”, que son ellos quienes asumen la responsabilidad que, en realidad, yo como madre ejerzo todos los días. Muchas veces, cuando salimos a la calle, las personas prefieren dirigirse a mi hijo mayor en lugar de hablarme a mi. No importa que yo sea la adulta, la madre, la responsable legal de mi familia. Para muchos, el prejuicio pesa más que la evidencia.
Cuando me permito salir sola —para hacer trámites, para tener tiempo personal, o simplemente para existir como mujer independiente— no son pocas las veces que me han cuestionado o juzgado como si eso fuera una irresponsabilidad. Como si las personas con discapacidad visual no tuviéramos derecho a movernos, a trabajar, a amar, a criar, o a vivir con autonomía. Esta actitud no solo es violenta: es profundamente injusta y refleja el capacitismo que atraviesa todos los ámbitos sociales.
A pesar de todo esto, he salido adelante. Y no lo he hecho sola: he contado con el apoyo de personas cercanas (familiares, amigas, conocidos) que me han acompañado en momentos clave. Pero esto no puede seguir dependiendo únicamente de la buena voluntad de otros. Lo que necesitamos es un sistema de cuidados y apoyos sostenido por el Estado, con enfoque de derechos humanos, de género y de intersección, que reconozca nuestras necesidades y potencie nuestras capacidades.
Estoy consciente de que no todo lo que enseguida enumero corresponde estrictamente a un sistema de cuidados y de apoyos; algunas cuestiones se relacionan más con accesibilidad y diseño universal. Sin embargo, muchos de los planteamientos que aquí expongo sí tendrían que formar parte de un sistema que haga honor a la obligación de considerar a las mujeres con discapacidad como ciudadanas con derechos, mediante el reconocimiento de medidas de apoyo.
Estos son algunos de los apoyos y otras medidas que considero urgentes y fundamentales para que las mujeres con discapacidad visual podamos ejercer plenamente nuestro derecho a vivir de forma independiente, especialmente en el ejercicio de la maternidad y la sexualidad:
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Apoyos humanos
El acceso a asistentes personales capacitados en derechos humanos, que puedan apoyar tareas puntuales sin reemplazar nuestras decisiones, es esencial. Por ejemplo: leer documentos escolares, acompañar a juntas, ayudar en trámites, o brindar asistencia en contextos de salud. No necesitamos ni niñeras ni tutores: necesitamos aliados respetuosos que faciliten la vida cotidiana sin suplantarnos como sujetas de derechos.
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Apoyos tecnológicos
La tecnología de asistencia ha sido una herramienta clave para muchas de nosotras. Sin embargo, estos dispositivos y programas suelen ser costosos o inaccesibles. Es urgente que el Estado garantice acceso gratuito o subsidiado a tecnologías como lectores de pantalla, dispositivos de reconocimiento visual, apps de navegación, y otras herramientas diseñadas para apoyar la autonomía. No se trata de “dar facilidades”, sino de garantizar el ejercicio pleno de nuestros derechos.
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Movilidad
Moverme por la ciudad con seguridad debería ser un derecho, no un privilegio. Las banquetas rotas, la falta de señalización táctil, la inaccesibilidad del transporte público, y la ausencia de acompañamiento capacitado en contextos complejos hacen que cada salida represente un riesgo. Para poder ejercer mi maternidad de forma autónoma —ya sea para llevar a mis hijos a la escuela, acudir a consultas médicas, o simplemente ir al supermercado— necesito un entorno accesible y seguro.
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Educación
Participar activamente en la educación de mis hijos ha sido un reto enorme. La mayoría de las plataformas escolares, documentos y comunicados no están diseñados para madres con discapacidad visual. Constantemente debo solicitar apoyo humano para entender información que debería estar disponible de forma accesible. Es indispensable que las escuelas y sistemas educativos incluyan la accesibilidad digital y física como parte de sus protocolos normales, no como excepción.
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Salud
Tanto en mi atención personal como en la de mis hijos, el acceso al sistema de salud ha estado lleno de barreras. Desde la falta de formatos accesibles, hasta la invisibilización de nuestras necesidades específicas como mujeres con discapacidad visual. Además, vivir nuestra sexualidad con libertad y responsabilidad también requiere acceso a información clara, atención ginecológica accesible y personal médico que no infantilice ni juzgue nuestras decisiones. La salud sexual y reproductiva también es un derecho, y también se nos ha negado históricamente.
Ser madre con discapacidad visual, y además madre soltera, ha sido una experiencia compleja. No por la discapacidad, sino por las barreras del entorno y las creencias sociales que constantemente me cuestionan. No somos “madres especiales” ni “madres valientes”: somos mujeres que maternan con amor, con responsabilidad, con esfuerzo diario. Y para que esa tarea sea posible de manera digna, necesitamos apoyos estructurales, sostenidos y con enfoque de justicia.
Por eso, me sumo al movimiento ‘Cuidados Sí, APOYOS También’, convencida de que el cuidado no debe ser sinónimo de sacrificio ni aislamiento. Que los apoyos no son privilegios, sino condiciones necesarias para ejercer derechos. Que las mujeres con discapacidad tenemos derecho a decidir cómo queremos vivir, con quién, cuándo y en qué condiciones. Y que el Estado tiene la obligación de construir los entornos que nos permitan hacerlo.
Este testimonio no busca inspirar ni conmover: busca concientizar, exigir y transformar. Porque no hay autonomía sin apoyos. No hay libertad sin apoyo para la vida independiente y la accesibilidad. Y no hay justicia sin cuidado compartido.
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