Opinión
¿Por qué el rol de cuidados se le asigna generalmente a las mujeres?
Pequeñas historias sobre mi mamá y su forzada labor de cuidadora.
Fecha de publicación: 19/Mayo/2025 | Autor: Daniel Robles Haro
El mes de mayo es mes de las madres, por ello, quiero mandar una felicitación y todo mi reconocimiento a las mamás de esta gran comunidad de Yo También. Todo mi cariño y respeto.
En este contexto les voy a hablar —una vez más— de la importancia de las redes de apoyo y la labor de cuidados, y como, por cuestiones culturales, en su mayoría se les asignan a niñas y mujeres. Los trabajos de cuidados no son remunerados; no son reconocidos, pero muchas veces limitan el desarrollo integral, profesional y económico de quien los provee.
Y bueno, el texto de hoy lo quiero dedicar a mí mamá, a la que cariñosamente me refiero como “la señora de la casa”: chiste local que tiene que ver con el comentario de Peña Nieto cuando dijo que no sabía los precios de la canasta básica de su país dado que no desempeñaba la labor del hogar.
Mi mamá además de ser pilar sí es la dueña y señora de la casa. También matriarca de su pequeña familia. Y también es un claro ejemplo de cómo asumir labores de cuidado desde la niñez no es una opción, sino una imposición, muchas veces por necesidad y falta de una red de apoyos.
Maura Haro era una niña sensible e inteligente. Cuando tenía 10 años se vio obligada a interrumpir sus estudios en Guadalajara (de donde es originaria) para hacerse cargo de sus hermanos mientras su mamá trabajaba. Lloraba todas las noches pues amaba ir a la escuela.
Eventualmente y por las circunstancias se mudaron a Ciudad de México. Entonces Maura —de tan solo 10 años— caminaba por horas por las calles del centro del barrio de la Merced, empujando una carriola con un bebé de meses y dos niñas de 2 y 5 años a los lados. Sin dimensionar el riesgo, platicaban, cantaban y se entretenían viendo cosas en lo que su mamá regresaba de trabajar.
Ella y su familia estaban hospedados temporalmente en casa de una tía que vivía en un cuarto pequeño y les mandaba a pasear porque no le gustaban los niños. Y por cuestión de espacio también.
Anduvieron de ciudad en ciudad por más de un año en hoteles, casas de huéspedes, etcétera, rumbo al sureste. Finalmente se establecieron en Mérida, Yucatán, donde la niña Maura Haro retomó sus estudios de primaria con un desempeño brillante. Sus boletas de quinto y sexto grado eran impecables: de puro 10 mes con mes.
Ganó concursos de declamación y uno de composición literaria cuyo premio era en efectivo, ¿pero qué creen? Misteriosamente se lo cambiaron para dárselo al hijo de un señor de apellido Loret de Mola; con palancas en la SEP 100 por ciento. A Maura le dieron una mención honorífica y un paquete de libros.
Su desempeño fue tal que ganó el primer lugar en un concurso de conocimientos a nivel estatal, compitiendo con otros niños de colegios prestigiosos y que contaban con asesorías particulares. Ella estudió sola y llegó en camión junto con su maestra de primaria.
Aún en condiciones desiguales, ganó con amplio margen. Era un examen de 100 puntos; obtuvo 95. El segundo lugar: 75. De los 5 puntos que falló, 3 eran de medir ángulos. Maura no llevaba transportador y nadie le quiso prestar uno. Calculó los ángulos a simple vista, y se equivocó.
Viajó de nuevo a la Ciudad de México con un grupo de estudiantes sobresalientes. Recibió simbólicamente las llaves de la ciudad y fueron recibidos por el entonces presidente de la República en la residencia de los Pinos.
Todos le auguraban un futuro académico y profesional brillante. Sin embargo, cuando estaba en secundaria, de nuevo tuvo que dejar sus estudios de forma permanente para hacerse cargo de su casa y sus hermanos menores.
Nunca pudo regresar a la escuela, aunque siguió estudiando lo que podía, en libros y revistas usados o cuando rara vez podía ir a una biblioteca pública. Maura se declaró desde entonces admiradora de Sor Juana Inés de La Cruz. Estudiando, no para saber más, sino para ignorar menos. Su adolescencia fue de trabajo y cuidados, pues su mamá estaba enferma.
Años más tarde la vida la puso ante la circunstancia de hacerse cargo de una persona que necesitará cuidados básicos, cotidianos, extensos y especializados durante toda su vida.
- ¿Creen que su vida pudo haber sido distinta con los apoyos necesarios ?
- ¿Cuántas mujeres conocen que se dedican a los cuidados, aún descuidando su propia vida y salud?
- ¿Cuántas lo hacen por elección propia y cuántas por imposición?
Maura Haro, mi mamá, no es una persona perfecta. Ella ha hecho limonada con los limones que le dio la vida. Y esa ha sido su enseñanza para mi: resiliencia, optimismo y voluntad. Haz lo mejor posible con lo que tienes. Lo demás no está en tu control.
Mi reconocimiento a mi mamá y a todas las mamás que muchas veces nos dan más de lo que tienen para ellas mismas, dejando a un lado sus sueños y desarrollo personal y profesional. Las personas cuidadoras sostienen al mundo.
La labor de cuidados es necesaria para la supervivencia y debe poco a poco ser reconocida. Nosotros seguiremos trabajando en eso cuanto nos sea posible.
Gracias por leer.
Daniel Robles Haro es activista por las personas con discapacidad y vive con parálisis cerebral. Puedes leerlo en Yo También y seguirlo en su cuenta de X:@DanielRoblesMEX
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