La discapacidad auditiva que ayudó a la NASA a conquistar la Luna
11 hombres con daños en sus oídos (que los volvía inmunes a los mareos), ayudaron con las pruebas para entender los avatares de los astronautas en el espacio.
26 de julio de 2019
Ilse Domínguez
Redacción Yo También
Antes de que la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (más conocida como NASA) pudiera enviar humanos al espacio, necesitaba comprender mejor los efectos de la ingravidez prolongada en el cuerpo humano.
A fines de la década de 1950, la NASA y la Escuela Naval de Medicina Aeronáutica de Estados Unidos pusieron en marcha un programa de investigación conjunto para estudiar estos efectos, para lo cual y reclutaron a 11 hombres con discapacidad auditiva de 25 a 48 años de edad del Gallaudet College (hoy Universidad de Gallaudet). A estos voluntarios se les conoce como los «Gallaudet Eleven»:
Harold Domich, Robert Greenmun, Barron Gulak, Raymond Harper, Jerald jordan, Harry Larson, David Myers, Donald Peterson, Raymond Piper, Alvin Steele y John Zakutne.
Todos, excepto uno, se habían vuelto sordos al principio de su vida debido a meningitis espinal, una enfermedad que dañaba los sistemas vestibulares de su oído interno de una manera que los hacía «inmunes» al mareo por movimiento.
Durante una década, a través de varios experimentos los investigadores midieron la ‘no reacción’ de los voluntarios al mareo por movimiento, tanto a nivel fisiológico como psicológico. Estos experimentos ayudaron a comprender mejor cómo funcionan los sistemas sensoriales del cuerpo cuando no están disponibles las señales gravitacionales habituales del oído interno (como es el caso de estos jóvenes y en vuelos espaciales). «Fuimos diferentes de la manera que ellos necesitaban», dijo Harry Larson, uno de los sujetos de prueba voluntarios.
Los experimentos probaron el equilibrio de los sujetos y las adaptaciones fisiológicas en una amplia gama de entornos.
Por ejemplo, en una prueba, cuatro de ellos pasaron 12 días seguidos en una sala de rotación lenta de 20 pies, que se mantuvo en un movimiento constante de diez revoluciones por minuto. En otra ocasión participaron en una serie de vuelos de “Cero G” en el famoso avión Vomit Comet para comprender las conexiones entre la orientación del cuerpo y las señales gravitacionales.
Otro experimento, llevado a cabo en un ferry frente a la costa de Nueva Escocia, probó las reacciones de los sujetos a los mares agitados. Mientras los voluntarios jugaban a las cartas y disfrutaban de la compañía mutua, los propios investigadores estaban tan superados por el mareo que el experimento tuvo que ser cancelado. Los hombres de Gallaudet no tuvieron efectos físicos adversos y, de hecho, hasta disfrutaron de la experiencia. El participante de la prueba, Barron Gulak, luego comentó sobre tales experimentos: «en retrospectiva, sí, fue aterrador … pero al mismo tiempo éramos jóvenes y aventureros».
Basados en los hallazgos de una década de experimentos, los investigadores obtuvieron información sobre los sistemas sensoriales del cuerpo y sus respuestas a entornos gravitacionales extraños. A través de su resistencia y dedicación, el trabajo de los “Gallaudet Eleven” hizo contribuciones sustanciales a la comprensión del mareo por movimiento y la adaptación al vuelo espacial
Traducción por Agustín de Pavia.
Imagen: U.S. Navy/Gallaudet University collection