Xochimilco accesible: escapa para darte un festín con “Son de Maíz”
Cosechar los ingredientes de la ensalada y hacer las tortillas desde el nixtamal son parte de la experiencia que Olintlalli diseñó en una chinampa y es apta para personas con discapacidad. Por algo tiene el respaldo de Airbnb y Unesco.
20 de abril de 2023
Ivett Rangel
¿Sabías que Xochimilco es parte de la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO desde 1987? Este destino turístico de la Ciudad de México ofrece mucho más que sólo paseos en trajineras con música en vivo o su tradicional Feria de la Nieve, ahora hay experiencias que buscan mostrar su verdadero valor, especialmente alimenticio.
En la experiencia agroturística “Son de Maíz”, creado por Rosalba del Valle en Olintlalli, cualquiera logra desconectarse del ajetreo cotidiano y permite conocer un rincón más allá de las zonas convencionales de la capital mexicana.
La experiencia comienza desde temprano, con un paseo en cayuco (o canoa); para personas con discapacidad motriz llega una trajinera en la que se puede acceder con silla de ruedas, con bastones o andadera sin dificultad.
“Depende de la discapacidad de cada persona, ‘Son de Maíz’ se adecúa». A las personas con sillas de ruedas los trasladamos en una trajinera tradicional, pero a las personas con baja visión o discapacidad auditiva sí podemos llevarlas en los cayucos, sólo nos apoyamos en sus intérpretes o cuidadores porque son quienes mejor las conocen”, señala Rosalba.
“No hay ningún impedimento para disfrutar completamente esta experiencia”.
Y entonces comienza la navegación a través de estrechos canales de la zona lacustre de Xochimilco, donde pocos transitan. Es un día en el que no hay turistas, salvo seis en dos cayucos y algunos patos y garzas blancas cerca del agua disfrutando de los primeros rayos del sol.
De origen prehispánico
Veinte minutos después (este tiempo depende de la habilidad para remar sobre el cayuco), se escucha el sonido potente de un caracol y el humo del copal abraza a los recién llegados.
Así da la bienvenida Javier a Olintlalli, una chinampa en la que, además de aprender sobre la técnica de cultivo de chapín y su vocación agrícola, los visitantes degustan tamales de quelite con chile y atole de maíz para animar el alma, y cosechan los ingredientes de la ensalada entre más de 80 hortalizas que hay en este entramado de tierra sobre el agua.
“A las personas en silla de ruedas las llevamos sólo por las veredas más anchas y les acercamos los cultivos que se encuentran en las más estrechas y a los que no puedan acceder. Y se les va explicando cada uno”,
comenta Rosalba.
Acelgas, rábanos, cebollín, lechugas, kale, algunas hojas de menta y hierbabuena, y unas cuantas flores se convierten en una fiesta al paladar. En cada bocado hay un sabor distinto.
“Hay personas que nos han sorprendido con su percepción de los sabores y olores, especialmente aquellas que son ciegas. A ellas les damos cultivos de mucho sabor, adaptamos la experiencia para que la vivan aún más intensamente”, recuerda la anfitriona.
Maíz en distintas presentaciones
Aunque el pretexto de esta escapada es el maíz. Rosalba y Javier explican que hay más de 60 especies de maíces, de los cuales sólo cuatro se siembran aquí y hay más de 600 platillos documentados que tienen este ingrediente.
Detalla desde su cultivo, el desgrane de las mazorcas hasta el proceso de la nixtamalización (para transformar los granos de maíz en masa), necesario para elaborar las tortillas para los sopes, tlacoyos y quesadillas que serán la comida del día.
Ella, junto con Tere, ya cocinó huitlacoche con elotes y champiñones con cebolla para poner dentro o sobre lo que se le antoje a cada uno, también hay quesillo y epazote y salsa de molcajete para acompañar. Y para maridar: agua de pinole (harina de maíz) con poca azúcar, nada más refrescante para este cálido día.
“Para mí, esta experiencia representa una reconexión con mis ancestros y el legado femenino de mi familia, ya que fueron quienes me enseñaron a cocinar. La base de la alimentación mexicana es el maíz, por lo que la experiencia también conecta a los viajeros con la cultura mexicana. Queremos transmitir nuestro amor por las chinampas y así promover el cuidado y respeto que se merecen”, comparte Rosalba sobre su experiencia agroturística.
La experiencia “Son de Maíz” se reserva a través de la plataforma Airbnb y tiene un costo de mil 500 pesos por persona.
Para personas con discapacidad hay descuentos y para intérpretes, cuidadores o profesionales de apoyo no tiene ningún costo.
Una experiencia curada con UNESCO
Comunidades y grupos de la Ciudad de México crearon 24 nuevos proyectos de turismo creativo, cultural y comunitario mediante un esquema piloto que busca reducir impactos turísticos negativos al promover el conocimiento y protección del patrimonio y la diversidad cultural, y una redistribución económica directa hacia las personas locales fuera de circuitos turísticos tradicionales en las alcaldías de Iztacalco, Iztapalapa, Tlalpan, o en áreas poco conocidas de Xochimilco y Cuauhtémoc.
Las propuestas generadas por las propias comunidades tienen el apoyo de Airbnb y la guía de UNESCO en México, que construyó seis criterios de selección y gestión para las iniciativas, como impacto social sostenible y derrama económica local, y fomentar que las personas visitantes sean responsables y respetuosas del patrimonio, la cultura y el territorio.
“Son de Maíz” es una de esas 24 nuevas experiencias dentro de la plataforma.
Por Ivett Rangel
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