“Quería que la gente se riera conmigo, no de mí”: Tom Shakespeare y su cómico libro sobre la discapacidad
Tom Shakespeare estuvo acostumbrado a las miradas fijas, a las burlas y los señalamientos, pero también descubrió que podía hacer reír a la gente. Desde entonces enfocó su vida en eso y su nuevo libro es la muestra.
15 de mayo de 2024
Redacción Yo También
Cuando Tom Shakespeare, activista de personas con discapacidad y académico, decidió escribir una novela sabía dos cosas: que sería un cuento cómico y que como personaje principal tendría a una persona con paraplejia y usuaria de silla de ruedas.
“Las representaciones de personajes con discapacidad tienden a ser trágicas pero valientes (…) o siniestros y malvados. Yo quería escribir sobre un personaje ordinario con discapacidad que, sí, usa una silla de ruedas, pero que la mayor parte del tiempo no es un asunto importante”, dijo a .
La vida de Shakespeare, enfocada en hacer reír
Profesor en la London School of Hygiene & Tropical Medicine, Shakespeare ha escrito artículos y libros académicos acerca de las políticas relacionadas con discapacidad y los derechos de las pcd, pero una novela literaria no estaba en sus planes.
“Adoro las novelas con transformaciones profundas, la tragedia y toda la vida en su tragedia, pero no creo que pueda escribirlas. Estoy irremediablemente concentrado en hacer reír a la gente”, dijo el académico de 57 años y quien también trabaja como comediante de stand up.
Con acondroplasia de nacimiento, una causa común de talla baja, Shakespeare comenzó a usar silla de ruedas a los 42 años, cuando su médula espinal de repente comenzó a comprimirse. En apenas tres días tenía parálisis total.
Al haber nacido como persona de talla baja, Shakespeare se sentía un experto en discapacidad, sin embargo su nueva condición lo puso a prueba.
“De repente estaba en una silla de ruedas y no podía mover mis piernas, fue como ser una persona con discapacidad de nuevo”, contó.
Tras ocho semanas de rehabilitación, tuvo que aprender a usar la silla de ruedas. Aunque aquello fue muy traumático, hubo un beneficio inmediato.
“Fue como si me volviera invisible. Nadie fijaba su mirada en mí. Era como si me dijeran ‘Oh, estás en una silla de ruedas, está bien’”, recordó.
Ello supuso un alivio.
“Siempre me han mirado fijamente. Siempre me han reído. Siempre ha habido comentarios tontos, que pueden resultar muy hirientes”, contó.
Después de tantos episodios de burla, desde una edad muy joven decidió tomar las riendas de la situación. Si de cualquier forma la gente se reiría de él, sería mejor que fuera él mismo quien los hiciera reír antes de que le sugirieran que su apariencia o tamaño eran ridículos.
El autor recuerda que siempre le gustó hacer reír a la gente. La primera vez que tuvo ese sentimiento fue en la escuela. “Estaba en una obra escolar usando mucho maquillaje, entonces me vi en el espejo y dije: ‘Mi propia madre no me reconocería’. Todo mundo empezó a reírse porque, claro, mi madre me reconocería, era la única persona de talla baja en la obra, pero lo había olvidado por completo”, rememoró.
Esa experiencia le hizo darse cuenta de que la siguiente vez podría decir cosas graciosas de manera deliberada para hacer que la gente se riera, pero, sobre todo, le hizo decidir que en el futuro quería que se rieran con él y no de él.
‘The Ha-Ha’, un libro con mensaje
Su novela The Ha-Ha, trata sobre Fred, un abogado que tras un accidente automovilístico, queda en silla de ruedas a los 22 años. En su cumpleaños 40, gracias a un manuscrito perdido, a un cerdo robado y a drogas psicodélicas, la vida de Fred se vuelve un desastre.
Su paraplejia, sin embargo, no lo define ni interna ni externamente. Para el autor, ese es el mensaje de su libro.
“Quería que la gente viera cómo Fred tiene una vida normal. Tiene un perro, tiene subidas y bajadas emocionales, tiene amigos”, explicó.
Lejos de una vida normal
Su padre, un doctor que falleció en 1996, es quien le enseñó que podía tener una vida ordinaria siendo una persona con discapacidad.
“Me mostró que puedes ser un doctor y tener discapacidad. Puedes ser como cualquier persona”, abundó Shakespeare.
Sin embargo, ni Tom ni su padre son personas ordinarias, ni siquiera comunes. El padre era Sir Geoffrey Shakespeare, un parlamentario que fungió como ministro del gobierno durante la Segunda Guerra Mundial y que fue nombrado barón, un título que heredó Tom.
“No uso el título porque no me lo he ganado, pero más que eso, porque no me gustan los títulos ni las herencias. Creo que todas las personas deberíamos ser iguales, en un sentido radicalmente democrático o republicano. Todos somos seres humanos iguales, y deberíamos ser recompensados por nuestros propios logros, pero no con títulos que antecedan a los nombres”, apuntó.
Shakespeare no quiere dar la impresión de que siempre es fácil ser una persona de talla corta. Aunque hubiera preferido no escuchar ciertos comentarios o sentirse observado, sabe que es prácticamente inevitable.
Por eso es que su punto de vista generalmente es que si la vida apesta, debes reírte de ella.
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