Doble viaje de aceptación: Roberto Cámara y la vulnerabilidad de ser pcd y homosexual
A los 16 años, Roberto se asumía como persona gay. A los 19, adquirió discapacidad y se volvió usuario de silla de ruedas. El viaje para aceptar su identidad y expresarlas al mundo se volvió doble.
27 de junio de 2024
Víctor Méndez
Roberto Cámara es coordinador del Movimiento de Personas con Discapacidad de Yucatán, enlazado a un colectivo a nivel nacional enfocado en promover y trabajar por los derechos de las pcd. También está al frente del Colectivo Ciudad Libre, que trabaja para lograr accesibilidad universal e inclusión real. A pesar de esto, Roberto no se considera activista. "No puedo considerarme, es una palabra fuerte", dice entre risas. Él prefiere pensar que, en sus tiempos libres, ayuda a una causa que impacta directamente en su ciudad: Mérida, Yucatán.
Entre ese no-activismo que Roberto realiza están los litigios. Por ejemplo, ahora están ayudando a una persona con discapacidad a la que le negaron el derecho a su pensión, por lo que hubo que meter una demanda en la que finalmente lograron que se le pagara al afectado.
El giro de tuerca es que él no es abogado, ni tiene una carrera relacionada al Derecho. “Soy diseñador gráfico”, responde riendo en una entrevista con Yo También.
"Mi pareja trabaja en el Colectivo por la Protección de Todas las Familias en Yucatán, un colectivo LGBT que de hecho, gracias a ellos, se aprobó el matrimonio igualitario en el estado", explica. Gracias a los abogados que trabajan en ese colectivo, se ha empapado de todos los términos legales y procedimientos como para ser de suficiente ayuda a quien lo necesite.
Aún después de todo esto, sostiene que no se ve como activista. "El activismo es una labor de 24 horas al día y yo no le dedico todo el tiempo de mi vida... Me gustaría, pero tengo que comer", bromea. Ve al activista como alguien que dedica cuerpo y alma a una causa. Él cree que no cumple con esos requisitos.
Un doble viaje de aceptación
A los 16 años, Roberto se asumió como una persona gay. Tres años después, cuando descubría y exploraba su orientación, estuvo involucrado en un accidente automovilístico. A los 19 adquirió discapacidad motriz por lesión medular y se volvió usuario de silla de ruedas. De hecho, parte de su interés por lo social y su entorno, vienen desde ese capítulo de su vida y de darse cuenta de la realidad distinta que enfrentaba.
"Fue una pausa muy fuerte. En ese momento todos comienzan a descubrir y experiemtnar con su sexualidad, pero uno no sabe qué hacer. Hay poca información y aparte es inadecuada". Roberto tenía como prioridad su recuperación, pero al ir adaptándose a su nueva condición descubrió una realidad: "el sexo en la discapacidad es un tema fuerte; al recuperarte, es algo que no se toca".
Cuando comenzó a buscar algo que le sirviera de guía, se topó con que la poca información que había era "totalmente heteronormada". Sólo estaba enfocada en la reproducción, y limitada a la relación entre hombres y mujeres.
"Se nos considera personas asexuales. Como que no podemos disfrutar ni tener una vida sexual activa. Y si eres parte de la diversidad sexual, peor".
Además, se enfrentaba al otro lado. Él veía la comunidad LGBTTTI+ como un ambiente muy superficial. "Si no tienes buen cuerpo, un cuerpo normativo, no encajas en ese ámbito. Para mí era un punto muy difícil porque tuve que aprender a aceptarme, a reeducarme"
Espacios seguros, pero inaccesibles
Sin embargo, se dio cuenta que también existían muchos círculos y muchas personas que siempre fueron abiertas con él y le dieron la bienvenida. Piensa que ahora hay más aceptación, pero porque hay más visibilidad hacia la diversidad. Pese a esto, lamenta que los espacios o puntos de encuentro no sean accesibles: "por ejemplo, antros y bares; para mí estos lugares son un martirio. Para nosotros, estos espacios que deberían ser seguros, no son accesibles".
Y a eso se suman las marchas. Contó que, este año, ningún colectivo o contingente de la marcha por el orgullo LGBT en su estado contemplaba a las personas con discapacidad, ni las integraba para que pudieran estar presentes y ser visibles. "Todavía se nos olvida".
Estos espacios seguros, donde las personas con discapacidad y de la comunidad LGBT puedan expresarse libremente, son pocos. A veces ni sus propias casas lo son, por diversas razones. Roberto, por ejemplo, tardó 11 años en revelarle a su familia su orientación sexual.
"Es una vulnerabilidad muy fuerte, es una doble vulnerabilidad. Primero tienes que aceptar que tienes discapacidad y después que perteneces a la comunidad y, allá afuera, es un mundo hostil", opina. Argumenta que, por ejemplo, una persona con discapacidad motriz que dependa de su familia puede terminar negando su identidad. "Se rehúsa a 'salir del clóset o expresar quién es realmente, por ese miedo al rechazo de su familia. El abandono es un miedo mucho más latente".
Un acto de vulnerabilidad
Actualmente Roberto tiene una pareja y ya reveló a su familia cuál es su orientación, pero hace una revelación: "Cuando pensaba que la comunidad era superficial, pensaba que no iba a conocer a nadie, y con ese miedo a la soledad, pensé negar mi sexualidad".
Ante su situación, llegó a pensar en casarse con una mujer, tener hijos con ella y formar una familia. Ahora se da cuenta que ese miedo estaba relacionado con su condición de estar en una doble minoría, de ser "doblemente vulnerable".
Ahora, con la experiencia de los años y el paso del tiempo, quiere darle un consejo a las personas que estén pasando por el mismo proceso que él en ese entonces: "Las personas con discapacidad y de la diversidad sexual existimos. Podemos llegar a ser deseadas, a ser amadas. En esta comunidad no hay un rechazo tal cual, simplemente es un miedo. No hay que perder la esperanza de que podemos conocer a alguien y vivir nuestra sexualidad de forma libre".
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