Paty vive con piernas y dedos amputados, pero tejiendo sueños en la Ciudad de México
Hace 20 años, a Patricia le amputaron piernas y dedos debido a una osteomielitis crónica que ahora regresó y por la que deberán amputar más de su cuerpo. Pero ella no se desanima. Vive entre colores y telas, manteniendo viva una tradición mexicana en las calles de la CDMX.
13 de febrero de 2024
Claudia García Barrientos
México es un país rico en tradiciones y en artesanías. Forradas de chaquira, creadas con madera o barro, telas e hilos, se logra crear cosas simplemente maravillosas. Patricia, una mujer con discapacidad por amputación, neuropatía sensorial y osteomielitis crónica, lo sabe bien y vive de ello.
En el Centro Histórico de la Ciudad de México, Patricia Sainz Gómez, artesana indígena de 41 años, está sentada en el suelo para plasmar una de las tradiciones más bonitas que tiene nuestro país y que se encuentra, sin duda, en la indumentaria tradicional. Ella siempre traza sus diseños desde el corazón.
“Desde que agarro el hilo y empiezo a bordar, pues como que te elevas y te transportas, empiezas a hacerlo hasta que lo terminas. Quizás hay clientes que lo valoren y te digan: este trabajo está muy bonito, bien hecho, los colores bien combinados’”, nos cuenta Patricia en entrevista para Yo También.
Caminando por el centro de la Ciudad de México, nos encontramos con Patricia Sainz Gómez, una artesana de 41 años, originaria de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Paty es una mujer indígena asentada en la Ciudad de México. Llegó desde San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y nada la detiene para plasmar sus sentimientos en cada una de sus creaciones. ”Cuando los colores van muy neutros, es cuando estás muy triste. Algo te duele, no puedes sacar, no lo puedes llorar y no lo puedes soltar, por eso salió así. Pero cuando tú estás muy feliz, sacas muchos colores diferentes y plasmas ahí esa felicidad”.
Ella vive con discapacidad por amputaciones de piernas y dedos, fue diagnosticada con una enfermedad llamada neuropatía sensorial periférica tipo dos y una osteomielitis crónica. “Después de la osteomielitis crónica fue que me amputaron ambas piernas, ahora a 20 años después de las amputaciones, la osteomielitis volvió y me tienen que volver a quitar arriba de rodilla”, explica
Su puesto se encuentra en plena calle, en la esquina que forma Venustiano Carranza con Pino Suarez, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Su labor, además de ser su sustento, es lo que la motiva día a día.
“A mí me apasiona mucho este trabajo y parte de que no me deje caer es que yo vivo entre colores, vivo entre esto de poder demostrar que soy de Chiapas, un pedacito de Chiapas aquí en la ciudad, aunque el reto sea vivir con discapacidad, ser indígena y ser mujer”, afirmó Paty.
A esta realidad se suma que la artesanía, desde años atrás, ha sido poco valorada. Además de la competencia desleal que provoca la técnica de producción en máquinas y los artículos chinos que abundan en esta zona de la ciudad.
“Desafortunadamente la industria China es un monstruo que nos está queriendo aplastar. No toda la culpa lo tienen ellos, si no la gente que prefiere algo chino y vienen y te piden más barato, pero no es nacional y no está bordado a mano, entonces no podemos competir con precio, pero sí con tradición, con cultura”, asegura.
El arte de las manos de Paty hace crecer su propio orgullo de ser mexicana, pero sobre todo, de ser de Chiapas: “Para mí todo un orgullo de ser chiapaneca, me siento orgullosa de mis raíces. Yo soy bendecida. Ser chiapaneca me ha ayudado a salir y abrirme camino, a tener un trabajo digno, a tener una ganancia por lo que yo sé hacer, por lo que yo hago y por lo que yo aporto”, concluye.
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