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Luciana, menor con síndrome de Down en dos fotografías, a la izquierda ella con traje de ballet, a la derecha, ella recostada en una cama mostrando medallas.Luciana, menor con síndrome de Down en dos fotografías, a la izquierda ella con traje de ballet, a la derecha, ella recostada en una cama mostrando medallas.

Sirenas especiales: El sueño de natación artística adaptada que terminó en discriminación

Karen Maya, mamá de Luciana, quien vive con Síndrome de Down, comparte la discriminación que su hija sufrió mientras formaba parte del equipo Sirenas Especiales, dedicado a la enseñanza de natación artística adaptada.

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8 de marzo de 2024

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Karina González Fauerman

En julio del 2022, Luciana, con ocho años en aquel entonces y quien vive con síndrome de Down, comenzó a asistir a clases de natación en la Alberca Olímpica Francisco Márquez. Se integró al equipo privado de Sirenas Especiales, dedicado a la enseñanza de la Natación Artística Adaptada, para personas con discapacidad física y cognitiva. 

Todo parecía ir bien. Sin embargo, Karen, mamá de Luciana, le solicitó varias veces a Paloma Torres, entrenadora y directora del equipo, el acceso a los vestidores al concluir la clase para poder asistir a su hija menor de edad, el cual no sólo le negó, sino que además nunca gestionó. 

“En vez de eso me propuso que ella desde afuera vigilaría que mi hija se cambiara tanto al inicio como al término de la clase si fuera necesario en un baño al lado de la alberca, pero desafortunadamente no respetó este acuerdo y en varias ocasiones Luciana se encontraba en los vestidores sin que la entrenadora estuviera al pendiente, incluso se retiraba de la alberca dejándola sola en los baños.

“Y la última vez, al preguntarle por ella después de 40 minutos cuando el resto del equipo ya se había ido, me contestó que ella estaba ocupada dando clase y que no era su responsabilidad cuidarla; además de insultarme por estar preocupada por la seguridad e integridad de mi niña”, explica Karen Maya Visuet.

A pesar de que la entrenadora presume tener una maestría en Educación Especial, apunta Karen, no hizo un “ajuste razonable” para que se pudiera realizar esta actividad dentro de las instalaciones. Lo califica como un acto de negligencia, discriminación, falta de capacitación y actualización para la atención y enseñanza a las personas con discapacidad e inclusión.

De acuerdo con Maya Visuet, la entrenadora recibe directamente una mensualidad, además de que cada clase es personalizada si así lo recomienda para el atleta (con un pago extra); adicionalmente, hay que pagar la respectiva cuota que establece la alberca para el uso de las instalaciones. 

Cabe señalar que los padres de familia no pueden estar en las gradas durante el entrenamiento, ya que, en teoría, la alberca cuenta con un programa para las personas con discapacidad para fomentar su autosuficiencia.

Asistir a una persona con discapacidad que lo necesita no debería ser un problema, sino más bien ser considerado como un ajuste razonable para lograr la inclusión. No deberíamos estar buscando rincones a lo largo de las instalaciones para que nuestros hijos pudieran cambiarse, ya que, aunque hay un baño afuera, está prohibido usarlo como vestidor. Tampoco queremos vernos en la necesidad de ir al baño del Walmart que se encuentra cruzando la avenida, como lo sugirió la entrenadora”.

Desde su punto de vista, quizá el permiso del acceso no dependía de Paloma directamente, pero sí el manejo del tema y el trato. Esto demostró su falta de empatía ante la discapacidad y su entorno.

Sirenas Especiales, subraya, no existiría sin el apoyo de la familia de los atletas: el pago de los entrenamientos, uniformes y trajes corre a cargo de cada familia. En la última competencia en la que participó Luciana en el extranjero, recaudaron fondos entre todos. Incluso, Karen consiguió una donación que se hizo a la fundación que la entrenadora supuestamente tiene para el equipo, pero ese dinero se destinó para “gastos administrativos”.

“Esta situación nos afectó emocionalmente a mi hija y a mí de una manera muy fuerte, ya que representa una pérdida en muchos sentidos. Es complicado encontrar una escuela o clase que entienda, quiera y sepa trabajar con personas con discapacidad. Cuando creí que habíamos encontrado ese lugar resulta que fue donde recibimos la mayor discriminación,  violencia y exclusión y eso duele muy profundo”.

Seguridad: Derecho de todos

Hacia finales de 2023, Luciana salió de Sirenas Especiales. Ahora está en otro deportivo donde comenzó a entrenar con el equipo de natación artística; es la única niña con discapacidad. Desde el punto de vista de Karen, la seguridad es un derecho de todos para tener una vida libre de cualquier tipo de violencia y que resguarde su integridad personal.

“Normalizar el descuido, abandono, negligencia, abuso físico, psicológico o sexual por estar en un deporte ya no debe de permitirse para nadie con y sin discapacidad, y mucho  menos siendo menores de edad. El que tengan nuestros hijos alguna discapacidad o condición no significa que debamos aguantar maltratos, faltas de respeto, discriminación, un trato con lástima, o que lucren con ellos.

“Si para una persona sin discapacidad o neurotípica es difícil muchas veces expresar o denunciar un   abuso o violencia, para una menor de edad con una discapacidad principalmente intelectual, y con dificultad de lenguaje, lo es mucho más. Así que en este momento me toca alzar voz por Luciana y así lo haré todas las veces que sean necesarias y con ello espero contribuir a que ocurran menos situaciones de violencia y discriminación hacia las personas con discapacidad y sus familias”, concluyó.

¿Sabías que?

Hacer deporte o ejercicio en un entorno seguro e inclusivo es un derecho de cada niño, niña y adolescente. Como se expresa en la Convención sobre los Derechos del Niño o en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

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