Leonor Noyola: La diputada con discapacidad y vocación de gestora comunitaria
Legisladora del Partido Verde, apuesta por la empatía y la creación de comunidad como herramientas para lograr la inclusión social.
6 de diciembre de 2024
Ivonne Melgar
Atenta a los problemas de los habitantes del municipio de Soledad de Graciano Sánchez, en San Luis Potosí, desde sus años universitarios, Leonor —de 62 años de edad— se convirtió en una resolutiva gestora de la comunidad, hecho que, sin proponérselo, la condujo a una trayectoria que hoy la coloca entre los más destacados políticos de su entidad.
“Ha sido algo muy bonito”, expresa la diputada Noyola Cervantes al describir cada una de las etapas que la llevaron de ser la querida y eficaz líder comunitaria responsable del reclutamiento local: regidora, directora de los servicios municipales, senadora, alcaldesa y, actualmente, integrante de la asamblea de San Lázaro.
Desde esa biografía, la legisladora de la bancada del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) comparte una advertencia: “Ahora ya no existe la posibilidad de que alguien diga: ‘Sí, yo tengo el recurso para llegar a ese cargo, yo lo pago’. Ya se acabaron esos tiempos”.
Cercanía, la clave de su temprano activismo
Leonor Noyola se incorporó al equipo del gobernador potosino Ricardo Gallardo Cardona cuando asumió la presidencia municipal de Soledad en 2009. Entonces ambos pertenecían al Partido de la Revolución Democrática (PRD), siglas a las que renunciaron a principios del sexenio anterior para afiliarse al Verde.
Relata que, si bien desde hace 15 años es consciente del valor de la cercanía con la población, este vínculo se ha convertido en el eje rector y aspecto fundamental del trabajo en su entidad. “Si no tenemos su apoyo y no estamos del lado de la gente, no hay recursos que alcancen para comprar un espacio”.
Secretaria de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados y miembro de las comisiones de Atención a Grupos Vulnerables y de Seguridad Ciudadana, la diputada Noyola Cervantes vive con una discapacidad motriz y está convencida de que, además de establecer los derechos para su población en la Constitución y en las leyes, su aplicación debe ser vigilada por los representantes populares de primer contacto, incluidos los gobernantes.
Redes de apoyo para lograr la inclusión
Con estudios de contaduría por la Universidad Autónoma de su entidad, Leonor nos cuenta que nunca consiguió ejercer como tal porque su condición física se volvía un “pero” para los empleadores, un prejuicio que incluso le tocó sortear haciendo campaña para senadora en 2018, año en que arrasó en las urnas estatales.
De manera que considera que las personas con discapacidad no pueden permitirse la exclusión ni facilitar la segregación mediante lamentaciones a solas entre cuatro paredes. “Tenemos que tomar con valentía nuestras adversidades”, comenta.
Y enseguida agrega: “Pero otro ingrediente bien importante, y que no me cansaré de decirlo, es que necesitamos la mano del gobierno, de una persona más arriba de nosotros. ¿Por qué? Aunque nosotros queramos, si no tenemos quién nos dé la mano y quién nos atienda, jamás vamos a poder subir esa escalera”.
Es una definición sustentada en su experiencia: la de una niña que escuchó a su padre decir que no podría ir a la escuela por falta de dinero. La de una joven que, con el respaldo de su madre, realizó la licenciatura mientras visitaba el ayuntamiento y aprendía a resolver las preocupaciones de sus vecinos, desde un tanque de oxígeno hasta la hospitalización de una persona grave, pasando por el arreglo de los servicios básicos. Eran los años 80.
“Yo sacaba la basura de las oficinas y limpiaba el escritorio. Ahí llegaban los comisariados, los jueces auxiliares, y yo me acercaba a los señores: —¿Oiga, ya almorzaron? —Ya, ¿por qué? —me preguntaban. —Para que me invite un taco, una gordita —les pedía”.
“Hice mi universidad con puras copias. Todas esas situaciones son las que nos llevan a entender a los ciudadanos; de lo contrario, solo decimos que estamos con ellos, aunque no sea cierto”, advierte.
Asegura haber visto en varias ocasiones cómo quienes le pedían movilizar a sus vecinos en momentos electorales terminaban decepcionando al negarles apoyos que les correspondían, como la instalación del drenaje, alegando imposibilidades técnicas.
De gestora comunitaria a política
Describe, con amplia sonrisa, solo algunas de las buenas noticias producto de exitosas gestiones para sus vecinos, como la autorización de una obra pública, la recuperación del servicio del agua o el acompañamiento que hizo a mujeres golpeadas para pedir auxilio policial.
También recuerda los seis bastones que “se acabó” durante su campaña al Senado de la República, cuando logró que en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) atendieran a un joven tras omisiones y negligencias.
“Yo digo: ‘Dios mío, ábreme la puerta y ponme personas buenas en mi camino’, y así lo ha hecho siempre. De la mano de Dios yo camino. Jamás me imaginé ni era mi idea llegar hasta aquí”.
Así ocurrió en 1997, cuando, estando en el registro de las cartillas militares, el alcalde, celoso de la popularidad de Leonor, la envió al horario nocturno de la funeraria municipal, donde, por el contrario, inició su paulatino ascenso en la representación política.
En 2015 se hizo cargo de los parques, jardines, alumbrado, basura, aseo público, rastro y funeraria de Soledad García Graciano. Fue tal la eficiencia de su labor y el reconocimiento social que de ahí salió postulada para un escaño, arrasando en las urnas con 480 mil votos, en medio de una obligada intervención por sus desgastados meniscos. “Ya te acabaste los ligamentos, por eso te duele la rodilla”, le dijo el doctor.
Cada fin de semana recorre su estado. “Me pongo mis tenis, mi cachucha, mi playera y voy a visitar a la gente”, describe al despedirse.
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