¡Una experiencia de libertad en cada rodada!
Jen Mulini hace un recuento de su propia vida tras el accidente que tuvo hace 14 años y cuenta cómo lograr rodar su primer medio maratón en Houston, Texas, la hizo sentir poderosa, acompañada y más comprometida en promover la accesibilidad.
22 de enero de 2024
Jen Mulini
Hacer de mi rodada cotidiana un ejercicio me llevó a vivir mi primera experiencia deportiva internacional. El pasado 13 y 14 de enero participé en el Medio Maratón en Houston, Texas, junto a mi equipo Achilles México, un viaje que me llevó a vivir un sueño de accesibilidad. Recuerdo la primera vez que salí sola con mi silla de ruedas en 2015, casi seis años después de haber dejado de caminar en 2009 debido a un accidente automovilístico. De esa primera rodada recuerdo el miedo que me dio cruzar una avenida grande, la ansiedad antes de subirme al Metrobus, la pena al solicitar que me dieran permiso para pasar al espacio reservado de silla de ruedas, la frustración que sentí al no poder subir una rampa muy empinada, la impotencia de que una banqueta comenzara en rampa y terminara en escalón.
Recuerdo claramente estas emociones: frustración, ansiedad e impotencia. Ese es el panorama al vivir en la Ciudad de México, una cotidiana falta de accesibilidad.
Así que para mí fue muy sorprendente experimentar la libertad que proporciona la accesibilidad en todos los espacios que visité en Houston. Por primera vez en mi vida con discapacidad motriz, no tuve que preocuparme por las rampas en las banquetas, o si mi silla de ruedas entraría en las puertas de los sanitarios, o si tendría que solicitar apoyo para que me cargaran por las escaleras o al subir una rampa demasiado empinada, ni por los postes o puestos en las aceras, incluso abrir y cerrar la puerta en la habitación del hotel. Suena increíble, ¿no?
En mayo del 2023 comencé a entrenar los fines de semana con Achilles México, en el bosque de Chapultepec, junto a atletas con discapacidad visual, auditiva, intelectual y motriz. Antes de comenzar a entrenar estaba llena de dudas: ¿cuánto podré rodar?, ¿por qué rodar más de lo que ya ruedo todos los días?, ¿y si me lesiono?, ¿qué pasa si me aburro? Estas y más preguntas me invadían los pensamientos.
Cada una de las preguntas que me hice fueron teniendo respuestas positivas con cada entreno, en cada recorrido conociendo guías diferentes, aprendiendo técnicas de calentamiento y estiramiento para antes y después de rodar. Con cada entreno aprendí a meditar en movimiento, siendo consciente de cada brazada encontré tranquilidad, logré disfrutar el tiempo conmigo y mi cuerpo recorriendo kilómetros. Poco a poco se volvió un hábito rodar de manera consciente.
Un día antes de participar en mi primer medio maratón, rompí un récord personal al rodar 5.4 km en 39 minutos. Me sorprendió haberlo logrado y me llenó de mucha confianza para el día siguiente.
La mañana del medio maratón, con ropa deportiva térmica, guantes y casco, estaba lista en mi silla de ruedas rosa. Estábamos a 7 grados, pero el viento helado de Texas, hacía que se sintiera aún más frío. Éramos más de 30 deportistas con discapacidad motriz en distintos tipos de sillas de ruedas, handcycle, sillas de pista y solo tres como la mía de uso diario, lo que implica mucho más esfuerzo para rodar y menos velocidad, comparada con los otros tipos de sillas de ruedas deportivas. Aún así estaba lista para rodar la experiencia.
Disfruté mucho del recorrido que fue plano en su mayoría, lo que significó que no dejé de rodar. Anhelaba una subida para disfrutar de una bajada, pero solo hubo una a 3 kilómetros de terminar. Mi recorrido duró 2 horas 54 minutos, con una velocidad promedio de 13 minutos 19 segundos por milla, 24 minutos más de lo que tenía planeado.
Otra de las cosas que me sorprendieron fue la conciencia acerca del espacio personal por parte de los corredores. En todas las carreras que he participado en la CDMX los corredores se cruzan frente a mí, no notan que también voy avanzando, no escuchan cuando les pido paso o simplemente me ignoran. En cambio, durante los 21 kilómetros en Houston, mi espacio fue respetado; mi guía Karla no tuvo que ir abriéndome paso y al traer mi nombre en mi playera los corredores me echaban porras mencionando mi nombre, como si me conocieran. Era como rodar entre amigos.
A dos kilómetros de llegar a la meta, me sentí muy conmovida. ¡Claro que ya estaba cansada! mi hombro izquierdo me dolía, pero el pensar en mí, 14 años atrás sintiéndome sola, siendo completamente dependiente de ayuda, viviendo en un cerro en la Huasteca Hidalguense sin la posibilidad de moverme me hizo verme ahora y me reconocí como una mujer indígena con discapacidad conquistando con cada rodada miles de obstáculos para llegar ahí.
Valoré todos los cuidados que he recibido y, sabiéndome acompañada por mi equipo Achilles México, me sentí muy poderosa, pero sobre todo libre, para seguir logrando todas las metas que me proponga.
Sin duda alguna este viaje me ha cambiado la perspectiva de ver la vida. Si ya era una apasionada de la accesibilidad, ahora que pude disfrutarla con cada detalle me siento completamente comprometida de seguir impulsando su importancia.
Deportivamente hablando, me siento con ganas de bajar mis tiempos e invitar a que más personas con discapacidad puedan unirse a Achilles México para que también puedan vivir una experiencia tan transformadora como la que acabo de vivir. La accesibilidad es la clave para acceder a nuestros derechos y no renunciar a nuestras metas.
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